La pregunta que hizo saltar a Quentin Tarantino

Quentin Tarantino se encuentra inmerso en la frenética espiral de entrevistas que acarrea la promoción de cualquier nuevo trabajo. En este caso, Django Desencadenado. Normalmente estas entrevistas promocionales suelen ser un camino bastante placentero (aunque agotador) para directores, guionistas y actores. Y así estaba siendo, más o menos, para Tarantino hasta que Terry Gross y la masacre de Newtown se cruzaron en su camino.


El director de Django Desencadenado acudió el pasado miércoles a la National Public Radio para departir con Terry Gross sobre su película, que cuenta la historia de un esclavo (Jamie Foxx) que intenta rescatar a su mujer, víctima del tráfico de esclavos. Como ha recogido USA Today, todo iba bien hasta que al locutor se le ocurrió sacar el tema de la relación entre la violencia en el cine y en la vida real a propósito de la masacre de Newtown.

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Recordemos que hace unas semanas un joven armado abrió fuego en uno de los colegios de esta pequeña localidad estadounidense matando a 26 personas, 20 de ellas niños de entre seis y siete años. La tragedia ha dejado marcado al país y la sociedad estadounidense está sensibilizada con el tema del control de las armas. Volviendo a la entrevista de Tarantino, el ambiente se enrareció cuando Gros le dijo: “Tengo que preguntártelo. ¿Es menos divertido después de la masacre de la escuela Sandy Hook? ¿Alguna vez perdiste el gusto por la violencia en las películas?

A Tarantino no le gustó nada la pregunta y lo dejó bien claro con su respuesta: “Creo que es irrespetuoso para la memoria de las personas que han muerto hablar de películas”. Ahí fue donde el director sacó su genio y la entrevista se torció. Gross, lejos de intentar limar asperezas con su invitado insistió en el tema después de que Tarantino describiese las escenas de lucha de Django como las que se veían en los clásicos ‘spaghetti western’ de los años sesenta y setenta.


Gross le preguntó qué era lo que le gustaba de esas películas, a lo que el entrevistado respondió entre molesto y nervioso que eran “divertidas”. La conversación se fue enredando y calentando hasta que el director de Kill Bill, harto de verse colocado en el paredón y a la defensiva, aseguró que él mismo sería capaz de verse una película de kung fu después de la masacre porque una cosa no tiene que ver con la otra.

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En un alarde de perspicacia Gross hizo notar a Tarantino que sonaba un poco “molesto”, momento en el cual Tarantino sentenció diciendo que lleva 20 años respondiendo a la misma pregunta sobre los efectos que la violencia en el cine tiene en la vida real y su respuesta no ha cambiado “ni una pizca”. Para él el problema está en el “control de las armas y la salud mental”, y no en lo que se ve en la pantalla de un cine.

Razón no le falta a Tarantino cuando se muestra cansado de responder a la misma cuestión una y otra vez. Si algo caracteriza su trabajo es la violencia del mismo. Sangre, armas de fuego (o no), peleas… Son su seña de identidad. Tarantino tiene su público, que es amplio, y cada vez que ocurren desgracias como las de Newtown o Aurora la violencia en el cine vuelve a salir a relucir en busca de culpables.

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Por desgracia para Tarantino, esta no es la única piedra en el camino que se ha encontrado con Django. Hace unos días Spike Lee inició una especie de boicot contra la película por considerar que el tema de la esclavitud era demasiado serio para darle el trato que le había dado su colega de profesión. La taquilla, en cambio, está con él una vez más.