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La brujería recupera al mejor Álex de la Iglesia

No compite por la Concha de Oro, pero 'Las brujas de Zugarramurdi' es una de las películas más esperadas en el Festival de San Sebastián. En esta ocasión, Álex de la Iglesia recupera la comedia negra, el absurdo y el esperpento. Señas de identidad que le hicieron triunfar en taquilla con 'El día de la bestia' y 'La comunidad'.

Desde que se publicaran aquellas fotos de Mario Casas y Hugo Silva rodando en el centro de Madrid, vestidos como un soldadito de plomo y Jesucristo respectivamente, la expectación por "lo nuevo de Álex de la Iglesia" fue in crescendo. Y la verdad es que la espera ha merecido la pena.

En el pase oficial para la prensa en San Sebastián, los periodistas la recibieron con carcajadas desde los créditos iniciales (gracias a una secuencia sobre las brujas de la historia de lo más hilarante), mientras las risas continuaron a lo largo de todo el metraje culminando con los merecidos aplausos finales.

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'Las brujas de Zugarramurdi' no es lo mejor del director de 47 años, pero sí acerca bastante al estilo que tanto gustó a sus fans a finales de los 90. La película arranca con fuerza, con un atraco cargado de acción a una tienda de "compro oro" y una persecución policial por las calles de Madrid. En la fuga se encuentran José (Hugo Silva), un ladrón de poca monta; su hijo pequeño (porque es su día de visita acordado en el divorcio); Tony (Mario Casas), un relaciones públicas de discoteca con menos intelecto que una roca; y Manuel (Jaime Ordóñez), el pobre taxista al que cogen para su huída. El plan, decidido en el momento, es escapar a la frontera con Francia, dividir el botín y cada uno por su lado. Pero en el camino deben cruzar el pueblo navarro de Zugarramurdi, famoso por la historia de las doce mujeres condenadas a morir en la hoguera por la Inquisición tras ser acusadas de brujería.

Y es que el hecho de haber robado 25.000 alianzas de oro - cargadas de malos recuerdos, divorcios, separaciones y corazones rotos - tiene mucho yuyu. Mucho karma del malo. Y ese karma los lleva a terminar en manos de un aquelarre de brujas dispuestas a recuperar el poder del mundo para las mujeres.

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Ya desde el principio, de la Iglesia deja clara su intención: ésta es una comedia sobre la lucha de sexos. Los hombres son las víctimas que no consiguen comunicarse (y entenderse) con las mujeres. Y las mujeres son las brujas que los ponen a ellos, y al mundo, en peligro. Y Carmen Maura es la más bruja de las brujas.

"No hay ganas de contar grandes neurosis. La idea es reírnos de la guerra de sexos. Sobretodo intentar agradar con espectáculo. Las mujeres hablan mucho de los hombres pero en pocas películas hemos visto a hombres cotilleando sobre las mujeres. Y me apetecía contarlo", confesaba el director en rueda de prensa haciendo referencia a una de las mejores secuencias del filme, en donde Casas, Silva y Ordóñez comparten una charla de lo más sincera sobre su situación amorosa con las mujeres de su vida.

Para las brujas en cuestión, Álex de la Iglesia se ha rodeado de las mujeres más emblemáticas de su cine: Carmen Maura (La comunidad, 800 balas); Terele Pávez (El día de la bestia, La comunidad, 800 balas y Balada triste de trompeta) y su pareja en la vida real, y femme fatale de sus últimas películas, Carolina Bang (Balada triste de trompeta, La chispa de la vida).

Con esta película, el director se aleja de la criticada y malograda 'La chispa de la vida', uno de los mayores batacazos de su carrera, y del gore y la diversidad de opiniones que provocó 'Balada triste de trompeta'.

Por su parte, ‘Las brujas de Zugarramurdi’ es delirante, divertida, estrambótica, absurda y afortunadamente, convincente. Simplemente porque no pretende más de lo que enseña: entretenernos. No hay mensajes críticos, ni políticos, ni sociales. Pura diversión.