No todo es lujo en Cannes

Tercer año en el Festival de Cannes y todavía no deja de sorprenderme. Aunque la cobertura de un certamen tan prestigioso suele ser el sueño de cualquier periodista de cine, uno nunca se imagina que suponen doce días de pocas horas de sueño, una dieta basada en ensaladas y sándwiches, cafés pro-úlcera y un desarrollo avanzado de los gemelos de tantas horas corriendo, caminando y manteniéndose de pie esperando y esperando (en Cannes se pierde más tiempo esperando que trabajando). Un contraste increíble con el famoso glamour que rodea al festival y que solo está dedicado a las estrellas. El lujo rodea cada centímetro de la ciudad a disposición continua de los ricos y famosos, aunque la realidad del turista, el periodista o el fan, es completamente diferente.

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Para que os hagáis una idea del glamour del que estoy hablando, el festival se metió en un aprieto internacional después de que el equipo de seguridad del festival denegara la entrada a invitadas que iban sin tacones a la alfombra roja de Carol. Todas se quedaron fuera, y eso que la mayoría eran señoras mayores que físicamente no podían permitirse el lujo de ir en tacones. Pero eso no es todo, hasta casi repiten la negativa a una productora ¡con un pie amputado!

A lo largo del festival, La Croisette se convierte en el paseo obligado para cualquiera que quiera lucir vestido o coche de lujo. Una pasarela constante de chihuahuas, bolsos de diseño, vestidos de infarto, automóviles exclusivos y decenas de yates al otro lado de la avenida. Los escaparates de las tiendas solo muestran vestidos y prendas valoradas en cuatro cifras mientras los bares y restaurantes cobran más de 4,5€ por un botellín de agua, 9€ por una copa de vino de la casa, 20€ por una ensalada básica o 16€ por un coctel.

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Por otro lado, al llegar a Niza descubrí que la aplicación Uber ahora ofrece un servicio de helicóptero desde el aeropuerto a Cannes por 160€ por persona, y eso que apenas son 50 minutos en autobús. Sin ir más lejos, Paris Hilton acaba de usarlo después de trabajar como DJ en una de las fiestas exclusivas del festival.

Mientras que aquel que tenga dinero de sobra, puede alquilar un coche tan exclusivo como el Lamborghini Aventador Roadster por 4.500 euros el día, mientras que hospedarse en el lujoso hotel Ritz Carlton cuesta desde 785€ a 3.900€ la noche.

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Este micro-universo se contrasta con la realidad de los fans y periodistas. Muchos curiosos y cinéfilos llegan a Cannes con la esperanza de ver a sus estrellas, llegando a encadenar sillas y escaleras en frente al Palais de Festivales para tener su lugar reservado cada día, buscando sitio antes de que el Festival despliegue su alfombra. Luego están los que se visten de gala desde muy temprano por la mañana para pedir entradas a los periodistas e invitados. Siempre preparados para entrar a cualquier alfombra roja que les sea disponible.

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Y luego está el mundo de los periodistas discriminados por acreditaciones de cuatro categorías. Si eres “de los rosas”, tienes acceso a todas las películas sin esperas, pero si tienes acreditación azul, debes esperar más de media hora para asegurarte el acceso a las películas más reclamadas del día, mientras la acreditación final, la amarilla, casi deja fuera de las salas a la mayoría. Horas de espera para acceder a películas, a ruedas de prensa e incluso, pasar control de seguridad cada vez que se entra y sale del Palais. ¡Hasta una manzana y un botellín de agua me quitaron para entrar a ver Sicario, lo nuevo de Denis Villeneuve!

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Una realidad dispar con mucho glamour para los privilegiados de la industria con fiestas en yates privados, posados y lujo diario, mientras que el cine de verdad lo vivimos los demás.