Restaurante Zu Zu: el rincón de la CDMX que te transporta al campo con su comida y ambiente

El restaurante cuenta con un grill y una cocina abierta. (Foto: Massiel Mendoza)
El restaurante cuenta con un grill y una cocina abierta. (Foto: Massiel Mendoza)

Un mantel estampado, lo suficientemente grande para que quepa toda la familia y evite que la ropa se manche del verdor del pasto o de las salsas picantes. ¿La comida? Generosa. Veo cuchillos afilados listos para cortar y la parrilla humeante que anticipa sabores; es casi como una fotografía a la que puedo volver siempre. Me parece curioso cómo, a pesar del tiempo, hay ciertos paisajes que nos evocan recuerdos felices y nos transportan a otras épocas. Estar en los rincones de Zu Zu es como revivir aquellos días de carnita asada compartidos en medio de la naturaleza, bañados por la luz del sol y un aroma fresco a tierra.

A pesar de que este restaurante está enmarcado en un ambiente glamuroso, no deja de lado algunos de los principios fundamentales de la cocina: lo artesanal, la exploración y lo reconfortante. Ubicado en Sinaloa 215 de la Roma Norte y recién reabierto, este lugar junta lo mejor de dos mundos que, a simple vista, podrían parecer antagónicos: el campo y la ciudad.

Al llegar, el exterior aún tiene algunas zonas en construcción del edificio contiguo, aunque la entrada del restaurante es amplia y de un cristal transparente en el que se percibe un espacio luminoso, ideal para tomar con amigos o hacer celebraciones familiares. El mobiliario es en su mayoría nuevo y configura una atmósfera de paz bajo sus techos o en la terraza.

Algunos elementos de decoración de Zu Zu tienen una historia. (Foto: Massiel Mendoza)
Algunos elementos de decoración de Zu Zu tienen una historia. (Foto: Massiel Mendoza)

Escuchar la palabra Zu Zu no es algo común. Es memorable y podría tener miles de significados, sin embargo, hay una historia de valentía que la vuelve más singular de lo que es. El nombre viene, en términos generales, del sonido de una flecha que pasa rápido en el aire. Claro, la historia no queda ahí. Ese sonido de caza proviene de un viajero en su tribu que se embarcó en una aventura por el mundo para buscar en lo desconocido su verdadera identidad.

Su legado está aquí, en un mueble adornado con símbolos que evocan sus travesías por el mar y la tierra, donde puso su vida en peligro. Hay libros, figurillas alusivas a la fauna, entre otros tesoros. Resaltan, especialmente, estas máscaras que guardan la valentía en los rasgos, son tan detalladas que parecen como si tuvieran vida propia.

Máscaras del restaurante Zu Zu. (Foto: Massiel Mendoza)
Máscaras del restaurante Zu Zu. (Foto: Massiel Mendoza)

Este personaje, que recolectó sabiduría en cada experiencia, se manifiesta como una energía omnipresente, protegiendo a su tribu en el restaurante y haciéndolos sentir en casa. A su vez, la chispa itinerante de este explorador se siente en el menú, que no pierde el alma rústica, pero se atreve a combinarla con toques innovadores.

Después de conocer la esencia de estas paredes, la onomatopeya se convierte en una suerte de bienvenida. Yo también me uno a la comunidad cuando me regalan este saludo. Los meseros son amables y el clima es de entusiasmo por la inauguración. Eso sí, el personal es poco para atender rápido (al menos durante mi estancia) así que ese es un punto a mejorar y que debes tener en cuenta si no eres muy paciente.

Hay una pequeña sala, ideal si solo quieres tomar un cafecito o trabajar en línea. Allá por el extremo derecho, los largos sillones y mesas engalanan la tarde e invitan a la diversión.

El restaurante Zu Zu es un espacio para compartir. (Foto: Massiel Mendoza)
El restaurante Zu Zu es un espacio para compartir. (Foto: Massiel Mendoza)

Dentro, el calor es más ligero, sobre todo con esta mixología refrescante que pasa como agua en la garganta. Son fusiones que reinventan a los clásicos como el Margarita Visión (el trago que participa para el World Class 2024 en Shanghái) caracterizado por la unión de tequila blanco, sal de jícama y toronjas deshidratadas que realzan su sabor y lo hacen llamativo.

Con movimientos audaces que atraviesan el pasillo del bar, Nicolas Zambrano, el mixólogo al mando de Zu Zu, parece danzar entre los reflejos de las botellas que esperan ser bebidas. Quizás consideres que este cóctel es demasiado fuerte para comenzar, en ese caso, si lo prefieres, puedes optar por el clásico Aperol que reina entre los aperitivos.

Sostengo mi vaso. Mis mejillas se ruborizan con el calor del alcohol. Primero con Limonaria Condesa hecho con gin que me deja un sabor especiado y con una pincelada de limón. Bebo también el cantarito de mango, una ricura primaveral que de tan solo acercar mis labios, ya siento cómo cosquillean.

Cantarito de mango. (Foto: Massiel Mendoza)
Cantarito de mango. (Foto: Massiel Mendoza)

Llegan por accidente (o divinidad) unas cervezas Charro que, según me informan, ganaron en los World Beer Awards 2021 de Londres el bronce por Best Bottle Design. Su presentación dorada cuenta la historia de esta figura emblemática mexicana alrededor del envase. Me dicen que la tapa que esconde un misterioso ojo es un amuleto y decido creer. La guardo en mi mochila y sigo bebiendo.

Pruebo ambas presentaciones, pero me quedo con la Pilsner Premium bastante ligera, con ligeros tonos a miel y galleta.

Cerveza charro ha sido acreedora de diversos premios. (Foto: Massiel Mendoza)
Cerveza Charro ha sido acreedora de diversos premios. (Foto: Massiel Mendoza)

La gente llega sola, acompañada o con el tiempo encima. Veo pasar a un perro chihuahua que responde inmediatamente la pregunta sobre si es un sitio pet-friendly. La barra del costado me parece hipnotizante, pero también las copas vacías que ya nos hemos tomado todos aquí.

Oigo voces de todo tipo y también acentos. Llega a mí uno de los meseros con el menú y me dan ganas de probar el coctel que sabe a taco al pastor, hecho con un fat-washing de mezcal. Aunque me seduce la idea, prefiero enfocarme en lo que me trajo hasta aquí: la comida de campo. ¿Podrías pedirlo por mí y luego contarme?

El restaurante tiene una vistosa barra. (Foto: Massiel Mendoza)
El restaurante tiene una vistosa barra. (Foto: Massiel Mendoza)

Lo más importante es que la oferta gastronómica es vasta y sofisticada, cuentan con una carta para los más pequeños, pasando por platos más elaborados hasta opciones veganas para que nadie se quede con hambre. De igual modo, los precios no exceden el promedio de la zona. Cabe decir que ningún platillo pasa de los mil pesos (ni siquiera los cortes).

En este contexto, el campo representa la frescura, tradición y autenticidad tanto en las preparaciones como en su forma de consumir la comida, rodeada de flora. Hay desayunos y brunch, entradas, platos fuertes, cócteles sin alcohol y hasta una opción de canasta picnic para que la lleves a Chapultepec.

En definitiva, la cocina busca ser muy justa y sin pretensiones; de hecho, los platillos están elaborados con productos locales y sus proveedores son mexicanos, de zonas como Cuajimalpa, Xochimilco, la Central de Abastos y el Rancho 17, por mencionar algunos.

Sus alianzas son congruentes con su idea de crear una comunidad sólida y apoyar lo nacional. Además, el equipo tiene un compromiso con sus comensales: está dispuesto a escuchar y a mejorar sus fórmulas, por lo que su filosofía, entonces, realza esta conexión auténtica y cercana con la comida, en donde los ingredientes son muestra del respeto por la calidad.

La terraza es otro espacio llamativo de Zu Zu. (Foto: Massiel Mendoza)
La terraza es otro espacio llamativo de Zu Zu. (Foto: Massiel Mendoza)

Las plantas son cómplices que abrazan cada murmullo y carcajada, mientras que los tonos claros y cálidos contrastan con esa vegetación que ya se mueve tímidamente por el viento.

Y ahí, en el jardín, la carne se prepara al aire libre. Viene no solo el olor a condimento, también imágenes mentales de las reuniones en familia, de esos momentos en los que, de alguna manera, nunca faltaba nadie. Listas de súper y recetas que más bien eran guiadas por el antojo en lugar de la lógica.

La saliva se me hace río. Además, puedo ver la cocina abierta en donde ocurre cada creación. La chef, aunque concentrada, sonríe. Los expertos hacen sonar la campana, indicando que la comida está lista. Es un lenguaje, un ritual estructurado que empieza con lo ardiente del fuego y termina en un corazón satisfecho.

Justine Rudoy heredó el arte culinario de una rica tradición familiar. Su abuela la inició en preparaciones mexicanas y su abuelo argentino le enseñó la pasión por los fogones. Lo que realmente destaca en ella es su habilidad para unir tradición con creatividad. Es capaz de llevar a otro nivel lo ordinario, como transformar un simple filete de salmón en un ceviche marinado en vinagreta de soya o convertir una pechuga en un fuerte que brilla por el chimichurri de la casa.

De mi parte no sé si acompaño mi hamburguesa con mi cerveza o si es al revés, pero me queda claro que le di al blanco. No me pasa lo mismo con los tacos de pork belly, que sus tortillas y su interior son de una textura notablemente dura y difícil de masticar. La sensación en mi boca es pesada, el sabor no es malo, pero sí desproporcionado en cuanto a la cantidad de grasa. También llegaron fríos, lo cual sugiere que hubo inconvenientes en la preparación y la entrega.

Aún así, te invito a que los pruebes y que hagas un juicio propio. En esta ocasión, el restaurante está lleno, por lo que es probable que influya en el servicio.

Los fuertes en Zu Zu. (Foto: Massiel Mendoza)
Los fuertes en Zu Zu. (Foto: Massiel Mendoza)

En mi opinión, se quedan cortos en contraste con el patty de ribeye jugoso y emergente que se derrite en mi boca. El pan brioche doradito y perfectamente redondo le da el equilibrio al sabor saladito y tierno de la carne, a la par que las cebollas caramelizadas y el queso añaden una sutileza de dulzura y suavidad a mi plato, respectivamente.

Agrego entre los bocados una buena porción de mac and cheese que comparto con mi amiga, no por ser simples dejan de ser un complemento delicioso. A ella también parecen gustarle mucho. Me cuenta sobre sus planes a futuro y yo de los míos, obviamente sin soltar la cuchara.

Como también vienen con la hamburguesa, no me resisto a la tentación de estas papitas con aceite de trufa y parmesano irresistiblemente adictivas. Cuando menos lo espero, el plato se va desapareciendo, reduciéndose a migajas que me hacen pensar, ¿y qué sigue?

Me quedo porque todavía hay un huequito, como diría cualquier mexicano. El remate debe ser especial y este menú me entusiasma. Son cinco recetas que despiertan mi fascinación por las frutas porque incluyen frambuesa, durazno o peras. Me detengo en la carta para señalarle a mi amiga las peras al vino tinto con queso de cabra y praliné de cacahuate, manjar que, si me lo preguntas, también se me hace agua a la boca solo con imaginarlo.

El chocolate cheesecake bruleé le gana a las peras. Aunque creo que soy insistente en pedirlo, ella acepta mi sugerencia sin titubear. Ahora el cielo está oscuro, tan oscuro como este chocolate que sirve de base para este pequeño. No me enamora su textura porque se hace moronitas fácilmente e imaginaba el pie de queso un poco más denso y untuoso.

La presentación del chocolate cheescake bruleé. (Foto: Massiel Mendoza)
La presentación del chocolate cheescake bruleé. (Foto: Massiel Mendoza)

Le doy otra oportunidad y quizás mi expectativa era muy alta. Es rico, pero no logra cautivarme del todo. El toque natural de las moras frescas revitaliza su presentación, que parece haber sido elaborada apresuradamente.

Sucede algo especial al pasar el bocado por encima de la salsa de frutos rojos. Es pegajosa, tanto que se adhiere fácilmente a todas las paredes del postre. En ese instante es donde encuentro su magia, en la combinación de sus elementos que no son empalagosos (al menos, no para mí).

La terraza aún vibra con los bohemios de la noche. Ese paisaje un poco más campirano y hogareño se ha transformado con la luz de la luna y ahora es más chic y urbano. La gente ríe y se pone al día con sus personas favoritas y no se esmera por pasarla bien, es decir, hay un aura natural que nos invade a todos en este momento: el deseo por crear un refugio y respirar libertad.

Aún no me voy, pero pienso que este sitio tiene una vibra que no siempre es posible encontrar en la ciudad por el ajetreo, las preocupaciones diarias... en fin, la vida ensimismada. La terraza con grill y cocina abierta juega uno de los puntos a favor de Zu Zu, porque ahora renovado invita a conversar, a llevar la comida al centro, a conocer gente nueva y a embarcarse por nuevas aventuras, tal cual se hace en el campo.

Aquí, en plena delegación Cuauhtémoc, se alarga el tiempo con los seres queridos, se va derritiendo lento, como el jugo de carne absorbiéndose en todo el ambiente o el queso fundiéndose sobre unos macarrones suntuosos: una nueva fotografía por recordar (o saborear).